Tengo empezadas muchas entradas en los borradores de mi blog sobre mis vivencias durante los cinco años en la dirección de mi instituto, todas iniciadas, ninguna acabada, ninguna publicada. En varias de ellas se notaría quién es la persona que la lio, quién era esa profesora o profesor, alumna o alumno, padre o madre o tutor o tutora, o cargo político, o jefecillo de Delegación. No puedo publicar, no debo, mi ética me lo impide, aunque lo haría con la excusa perfecta, la transparencia.
Entre septiembre de 2018 y junio de 2023 hemos vivido una Dirección muy «animada», así, entre comillas. El curso 2018-2019 fue el del aterrizaje, tuvimos una generación de alumnos bastante guerrera en un curso que casi nos hace estrellarnos, la burocracia nos comía, cada día era una sorpresa, la inmensa mayoría de las veces nada halagüeña. Tuvimos enfrentamientos con «todo dios», administración, alumnado, profesorado y hasta con el sursum corda, eso sí, casi todos bien resueltos, pero con un gasto de energía que no lo arreglaba ni un camión cisterna de Red Bull. Llegamos agotadísimos a agosto de 2019 después de tirarnos todo julio solucionando flecos y montando el siguiente curso 19-20.
Septiembre de 2019 empezó más tranquilo, lo aprendido en el curso anterior y la ayuda recibida de otras direcciones ayudaron a ello. Además se estrenó nueva gente en la gobernanza del portaviones llamado «Educación vasca», gente que al principio no sabía que la Marina no sabe frenar, que tiene una inercia brutal cuando está en marcha y para las máquinas, y que tampoco sabe ir marcha atrás, tiene que dar media vuelta y luego volver a avanzar, asunto peliagudo con tanta gente dando órdenes. Encima, las dos personas que se pusieron al mando fueron las que aceptaron el reto de visitar nuestro centro, un desafío en público para ver las condiciones de un instituto de verdad, no de una maravillosa (?) ikastola privada o un centro concertado limpio de polvo y paja (?). La recepción con pancartas no les gustó, pero fue el inicio de una relación que aún hoy dura y que digamos es «de tira y afloja», con avances y retrocesos, pero eso es otra historia y ha de ser contada en otro sitio. El 19-20 también tuvo algunos enfrentamientos, nada excesivamente grave. Por cierto, los más dolorosos han sido y son con los y las compañeros/as de trabajo, infinitamente peores que los que puedan surgir con el alumnado o los progenitores. La experiencia es un grado y el tren no había descarrilado, iba cogiendo mucha marcha hasta… hasta finales de febrero de 2020.
Llegaban rumores de un pequeño trozo de ARN que la estaba liando por el mundo, primero en China y luego en el resto de países. Era contagioso y mataba, se sabía muy poco de él, se especulaba mucho y se desconfiaba de la actitud que tomarían los gobiernos. Aquí el curso 19-20 y el mundo entero tuvieron su punto de inflexión. El 12 de marzo se decidió parar la Educación, el 13 tuvimos un claustro y saltaron las costuras del Sistema Educativo.
Voy a parar aquí que esto se ha prolongado en exceso, nos quedamos pues en el 14 de marzo de 2020 donde el presidente del estado español, junto con muchos otros dirigentes de todo el planeta, ordenaron el confinamiento y parar el mundo.
Seguiré en próximos capítulos que hay mucha tela que cortar, y no es para hacer mascarillas precisamente.