…rezaba una canción de Caetano Veloso y colaboradores, y en estos días aciagos del confinamiento por el Coronavirus nos estamos dando cuenta de ello. O no. En el entorno académico donde me muevo, alguna parte del profesorado se ha lanzado de cabeza al mundo de las TICs y se ha dado cuenta de que no hay Red, espero que se entienda la metáfora. Pretendían correr al más puro estilo Usain Bolt cuando no sabían ni gatear, se han metido en camisas de once varas en videoconferencias que no entienden y se han dado cuenta de lo imprescindible que es el feedback, la retroalimentación, en esto de dar clase. Voy a contar una anécdota en el siguiente párrafo. Y en el siguiente.
Después de acabar la carrera estábamos en el CAP, sacándonos el Certificado de Aptitud Pedagógica que en aquellos días de finales de los 80 se hacía en unos meses y luego se redondeaba con unas prácticas. Clemente Lobato era uno de nuestros profes de alguna de las «asignaturas» que teníamos que estudiar y pidió voluntarios. Ya por entonces yo era un kamikaze, de esos que opinan que se aprende enfrentándose a la ignorancia cara a cara, así que me apunté. Me dijo que eligiese un tema que dominara y que se lo tenía que explicar a mis compañeros allí presentes y a él. Retos a mí que soy de Bilbao, ¡venga ya! Ni me acuerdo del tema que elegí, pero nada más iniciarlo con mi más puro estilo pedagógico, todo él cargado de ripios, anecdotillas, curiosidades, una verdadera montaña rusa de conocimientos porque era y soy un buen comunicador, de repente me dice Clemente que muy interesante pero que me dé la vuelta y se lo explique a la pizarra, sin mirar a mis compis. ¡Mekauen todo lo que se menea! ¿Dónde quedaron mi fluidez, mi velocidad de exposición, mis chistes? ¡Menudo p*to suplicio! Me quedé sin retroalimentación y me atasqué. La anécdota continúa abajo.
No contento con la humillación, no sé si ese mismo día u otro, de nuevo fui voluntario para explicar otro tema, aún mucho mejor preparado que el anterior, un dechado de lucimiento el que me esperaba porque pensaba superar lo del bloqueo de mirar la pizarra, tenía preparados varios trucos. Clemente me dijo que iba a hacer la exposición de eso que seguro había preparado con mimo, pero esta vez face to face con mi auditorio, sin posibilidad de mirar a la pizarra. Pues miel sobre hojuelas, empecé arrasando como es habitual, con mil curiosidades que sirvieran de banderín de enganche, planteando cuál iba a ser el devenir de mi clase con los minutos casi contados, al fin y al cabo yo me quería dedicar a la docencia, esto lo tenía que bordar. Al poco rato y ya conseguida la complicidad de mis compis, me dice que pare, que muy bien pero que voy a seguir CON LAS MANOS ATADAS. ¿Mande? Se saca un cordel de no sé donde y me ata bien fuerte las muñecas A LA ESPALDA. No creo que a mí me guste mucho el bondage per se, lo que sí sé es que aquello me puso de los nervios. Parezco un italiano moviendo las manos en cualquier circunstancia, pero de aquella guisa, atado como un delincuente, me sobrevino otro bloqueo que de nuevo me noqueó. Y ahora viene cuando la matan.
En estos días extraños, con una tecnología que va más allá de la pizarra o la elocuencia, con unos sistemas de interacción que convierten a las redes sociales en «sociables» (lo dice Dolors Reig), mucha gente está intentando dar clase con videoconferencias, grabando sus clases o sus presentaciones con voz en off, y se están dando cuenta de que falta algo, que se atascan, que no llegan, que necesitan el murmullo de aprobación o desaprobación, que el feedback ha desaparecido. No hay que tirar la toalla, es pronto para rendirse, sólo han sido los primeros ensayos de algo nuevo para el profesorado y para el alumnado. Hay docentes que se están inventando estrategias sobre la marcha, hay un porcentaje amplio del alumnado que está 100% acoplado y otro porcentaje que pasa olímpicamente en un año posiblemente sin Olimpiadas. No desesperemos, sigamos acompañando el aprendizaje, utilizando las videoconferencias y los chats para hacerles saber que estamos ahí, en el mismo encierro, y que esta batalla la ganará la Ciencia y la responsabilidad individual y colectiva. Los curricula están ahí, igual resulta que un trocito mínimo de información genética nos obliga de una vez por todas a adelgazarlos y a disfrutar enseñando y aprendiendo lo verdaderamente útil. ¡Animo!
maeztro , mi hijo que acaba de recibir su primera clase online en la universidad de Sevilla, me vino a explicar lo mismo … los profes no saben que hacer sin la cara de aprobación del público … #agudo aporte entre tanto gurú que no sabe ni de lo que habla … bueno si lo sabe, lo que quieren los cárteles académicos, económicos, ideológicos, empresariales y demás…vende carteras propias.
salúos, salú .. y desgobierno!!!! desde Zeviya CalyFlato IndePendiente #lacunadelpobrerío
█▄【♥】▀▄▀ ▇☰
☆✡EZLN۞✞
Esto es así, va a ser un problema gordo la falta de retroalimentación, eso sí, a nivel docente y a nivel humano.
Esto, me parece fundamental, Mikel: “sigamos acompañando el aprendizaje, utilizando las videoconferencias y los chats para hacerles saber que estamos ahí, en el mismo encierro”. Porque tras la experiencia de casi una semana, veo a mis hijas agobiadas, con profesores y profesoras que envían tareas a tutiplén, como si quisieran dar todo el temario del curso en tres días. Sin coordinación, docentes que suben tareas a Moodle y no avisan, que hacen clases online donde leen los apuntes y nos responden dudas, que mandan mensajes a las tantas señalando “como estaréis aburridas y aburridos os envío…”, quienes mandan instalar aplicaciones determinadas para hacer tareas sin comprobar que dichas herramientas son compatibles con todas los sistemas operativos, y podría seguir hasta el aburrimiento.
Estamos confinadas en casa, pero tenemos vida más allá de la lectiva: leer, jugar a cartas, hacer manualidades, hablar, ver fotografías, mirar por la ventana, hacer deporte, …
Acompañad a nuestras hijos e hijas, resolver sus dudas, habladles y sobre todo escuchad lo que dicen.
Eskerrik asko!
¡Cuánta razón! En el insti quedamos en que poníamos sólo las labores del día, lo recibían todo a la misma hora, 9:30, para no agobiar, y luego respetábamos las horas de clase para hacer preguntas, videoconferencia para resolver dudas y ya. Sé de algunos y algunas que les han bombardeado con todo lo que hay que hacer de aquí a la eternidad, y ya me he quejado. Más importante es mantener la salud física y mental que lo académico, esto no va a ser fácil para nadie, y menos para adolescentes que se alimentan de sociabilidad y contacto.
Vamos con alguna anécdota: a mí en camino al doctorado, se me ocurrió cursar la asignatura «virtualización de cursos». Aprendí un montón, e incluso luego lo pude poner en práctica diseñando un nuevo curso. Pero, está claro, no es colgar pdf-s y pretender que a toque de clic interaccione todo quisqui.
Y es que, siguiendo con consejos incluso viejunos en tiempos líquidos, ya lo escribió el gran Jordi Adell allá por 1999 (igual él ni se acuerda aunque yo se lo he dicho más de una vez): primero aprenda a nadar [antes de lanzarse a pretender surfear en Internet).
Por cierto, alguien ya está dando cuenta de lo que escribieron Susana Lluna y Wicho: los nativos digitales no existen.
Eutsi goiari!
Cuánta razón!! Yo he hecho un grupo de whatsapp con mi clase para poder comentar las tareas que mando. Via mail les aviso de las tareas a hacer durante el día y horario de mi asignatura. Me grabo haciendo la clase, corrigiendo los problemas y, realmente estoy recortando un poco lo que hay que dar, prefiero menos y bien… Que ya bastante mal está todo.
«Menos y bien» habría que ponerlo en letras muy grandes en tiempo de zozobra docente.