Antes que nada una confesión: soy un criticón. Mi nick en Twitter, y que mucha gente cree que es mi apellido, es «eztabai«, «discusión» en euskera, por lo tanto desde muy pequeño esa ha sido mi naturaleza. En la escuela era el insoportable de la mano levantada, y en el instituto preparaba preguntas para pillar a mi profesorado, era una Hermione sin varita. ¿Y a qué viene esto? Saltemos.
Ultimamente hay mal rollo en Twitter, hay gente con el hacha preparada para cortarte el cuello, a veces sin motivo aparente, otras veces motivos hay, no nos engañemos. Otra premisa antes de darle al tema: Así como reconozco que me encanta criticar, he de decir que encajo que se me haga a mí con bastante deportividad. Ayer les comentaba a unas amigas que en la Red soy como en la vida, un locuaz agresivo pero educado, bueno, siempre no, pero eso no lo trataré aquí. Con Juan Gómez-Jurado ya tuve una diatriba en Medium que acababa casi parafraseando a Gila: «Si no sabes aceptar una crítica, pues te vas de Twitter«. Vayan, lean y vuelvan.
Abundando en el tema de Twitter y las opiniones feroces, la imagen de @mlalanda que encabeza este post dio pie a otra perorata en Medium con un tema similar, esto es, la agresividad en las críticas, de forma y manera que creo sinceramente que están perdiendo su función que era el enriquecimiento mutuo. Pero saliendo de Twitter que es una especie de mundo paralelo al real, quiero echar una mirada a las otras críticas, las literarias o las de películas.
Fui a ver el otro día la peli Valerian y la ciudad de los mil planetas. Me encanta la ciencia ficción, me apasiona, cualquier cosa que suene a nave o a tecnología me priva, vamos, que he visto verdaderas basuras sin guión pero con naves rutilantes (no es el caso de Valerian). Últimamente voy al cine a entretenerme, de adolescente pasé aquella fase de Kurosawa o Bergman con sus películas sesudas, y un poco más adelante caí en esas búlgaras con subtítulos en swahili donde se ve crecer la hierba durante dos horas, pero aquello tuvo su The end. Pues bien, las críticas a Valerian eran terribles, de hecho, leí algunas en webs especializadas y la gente que escribe, hombres y mujeres, críticos cinematográficos, lo hace con un estilo pedante, snob e insoportable. Nada les gusta, todo es horrible, le sacan punta a un queso de bola, si una cosa está bien, mil estan mal, pues eso, te dan ganas de no ir al cine. Y digo lo del cine, pero me vale igual con los libros donde los críticos son aún más snobs, más pedantes, más cargantes, más sofisticados, y encima escriben con ínfulas. Despues de leer sus textos, es triste admitirlo, crees que es tirar el dinero comprar ese o aquel libro. Pero eso no es lo peor. Veamos.
Ahora ya no sólo está Boyero o Pumares para soltar exabruptos sobre películas, en nuestros días todo dios tiene un teclado, monta una web y se dedica a sacar la guadaña. Está claro que cada cual es muy libre de hacer de su capa un sayo, de opinar lo que le venga en gana, pero si tienes un altavoz potente puedes liarla. A otra peli de ciencia ficción y fantasía, John Carter, le pasó algo parecido. Antes de salir, en el pase de prensa, parece que los críticos se pusieron de acuerdo y entraron a degüello. Tuvo pérdidas millonarias y no porque no fuese entretenida, que lo era, sino porque la gente se desanimó antes de catarla o fue mediatizada, y la bola creció mientras la taquilla menguaba.
He titulado el post «El poder de la crítica» y me he confesado criticón, igual alguna vez he desaconsejado alguna peli o algún libro, pero entiendo que cada uno, cada una, tiene su gusto e igual lo que a mí me pareció insufrible, a otra gente le parece maravilloso, así que con la edad me he hecho un poco más tolerante, un poquito. Tengo una lengua muy afilada y si alguna vez me paso me lo decís, eh, nada de mediatizar vuestros gustos. La guinda: A mí Juego de tronos me parece un truño y hay gente que mea colonia con ella, pues eso, que con su pan se lo coman, pan perfumado.
Para acabar os voy a contar algo que hacemos un grupo de amigos y amigas. Tenemos montadas «Cenas literarias», una excusa más para comer, beber y charlar, pero con el hilo conductor de unas películas y unos libros que hay que llevar vistas y leídos. Hubo una memorable donde había una película clásica y una moderna, y un libro de Murakami, Kant en la orilla, de guinda de plomo. Los bandos fueron claros, a la mitad le encantó La reina de África (¡menudo paquete!) y a la otra mitad, a los frikis, la de Soylent green. Con el libro pasó igual, hubo críticas feroces (las mías, Murakami me parece un autor sobrevalorado) y otras que se deshacían en halagos. Pero a lo que iba, todos y todas vimos las pelis y leímos el libro, y luego llegaron las flores y los tiestos. Así sí, opinemos sin sentar cátedra y algo habremos avanzado, o no nos creamos todo lo que leemos y oímos y atrevámonos a experimentar. La crítica es muy divertida mientras sirva para crecer juntos, de otra forma es uniformizar gustos y bastante vamos a tener ya con el Big Data. Sobre esto último prometo post.
Fíjate en esa relación amor-odio que también se da en críticas gastronómicas, hoteleras… Pero, así todo, hay muchas personas que nos fijamos en ellas, aunque en ocasiones es cierto que hacemos lectura crítica de las mismas, valga la redundancia con tanta crítica.
Respecto a esas críticas que leemos y a dónde elegimos ir, te propongo leer esto sobre el Síndrome de Solomon: https://elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html
A veces por buscar la aceptación nos dejamos guiar por las opiniones de otros, sin tener en cuenta que igual son muy diferentes a nosotros y por lo tanto con gustos totalmente ajenos.