Eso leí el otro día en esta web:
Cinco maneras de mejorar la atención en clase
Vayan, lean y vuelvan. Voy a ponerme un poco nostálgico. Mis maestros (todos hombres eran), profesoras y profesores, siempre han dicho de mí que tenía muy buena memoria y creo que así ERA, sí, en pasado. De 8 a 14 años o así, era una verdadera esponja, lo que leía se me quedaba, no llegaba a la memoria eidética de Sheldon, pero bastante fotográfica sí que era. Aún hoy me acuerdo de los libros de EGB, de los poemas y las prosas que leíamos con 12 años, no he encontrado el botón de RESET para la mucha caca que tengo almacenada en el cerebro, alineaciones de deportes que no me interesan, canciones que no me ponen, detalles de anuncios de los años 60 y 70, películas que vi siendo un adolescente, un sindiós que mantiene ocupadas mis neuronas en forma de cadenas de vete a saber qué, ARN, proteínas o bits compactados en no sé dónde. Puede que parte de culpa tenga mi afición temprana a leer cualquier cosa con letras, o el ajedrez que practicaba desde los seis años, o las competiciones que en mi entorno se daban a ver quién sabía más datos de esos a los que hoy accedemos vía San Google. Lo cierto es que me encantaba saber de todo y ser un repipi social insufrible las más de las veces. La memoria era para mí un arma de destrucción masiva, punto.
En bachillerato y en la universidad me di cuenta de que no poseía esa magia que creía tener, que para memorizar esos tochos había que meter horas, que no todo era tan fácil como en la EGB o en las listas esas que estudiaba por el interés malsano de dejar en mal lugar a gentes de mi entorno, ya sabéis, por mantener ese aura de «Pitagorín» moreno que me molaba. Empecé a aprender por mi cuenta técnicas de memorización (Internet no estaba ni se la esperaba en aquella época), pregunté a la gente que tenía esa capacidad de aprender y poder repetir datos, a veces estúpidos bien es verdad, pero que eran capaces de reproducirlos sin aparente esfuerzo. Me di de bruces con el término mnemotecnia y descubrí que no era tan fácil como lo pintaban, que no siempre funcionaba y que el esfuerzo era grande. Mi gozo en un pozo. Continué con mi estilo y no me fue mal, cambié el ajedrez por la informática donde la memoria también era muy útil y así hasta nuestros días.
Para las personas que hemos utilizado el poderoso instrumento que es la memoria, escuchar ahora que «en Google está todo», ufff, nos pone del hígado. Vayamos por partes dijo la forense:
- Lo primero, Google indexa un porcentaje pequeño de toda la sabiduría concentrada en la World Wide Web, de hecho la WWW es sólo la parte visible de una Internet mucho más grande y que hace infinidad de cosas: FTP, SSH, mensajería instantánea, protocolos de correo electrónico…
- Lo segundo, Google te lo presenta como le da la gana. Dicen que hay muchos misterios insondables en este Universo como qué hay después de la muerte y algunos comentan que hay uno mayor: ¿Qué pone en la segunda página de resultados de Google?
- Lo tercero, si no hay electricidad, o conexión o batería, bug, no tienes la muleta mágica, y si tienes que tomar decisiones rápidas en temas cruciales, pues eso, que hay que tirar de datos almacenados en tu cerebro, no hay tu tía.
Que hemos aprendido miles de cosas poco útiles para nuestro desempeño laboral actual… Pues sí, sin duda. Que otras muchas que no hemos interiorizado en nuestros años estudiando las hemos tenido que incorporar en tiempos posteriores… Pues también. Que cada vez somos más dependientes de las máquinas donde se guardan infinidad de datos que nos pueden ser útiles en algún momento… Nadie lo duda. Eso no obsta para que la memoria sea un instrumento que tenemos que mimar, que hay que educar y «vitaminar», y que en muchos sentidos nos hace personas.
No voy a profundizar en lo que el Alzheimer o la demencia senil nos convierte, eso es ir muy al extremo, prefiero quedarme en la Educación que es donde trabajo y donde insisto mucho en aprender ciertas cosas de memoria, no todo, no la mayoría, sólo pinceladas para que luego sepamos relacionar conceptos. Mi ciencia, la Biología, está llena de nombres con raíces griegas o latinas que ahora ni se tocan en la ESO y que a nosotros nos vino muy bien conocer en el BUP. No me acuerdo de las declinaciones, bueno, de la primera, rosa-rosae, y de la tercera, hostis-hostis, los enemigos, algo me ha quedado, pero las raíces latinas de los nombres científicos de los procesos, los animales, las plantas o las bacterias se quedaron en mi encéfalo. De algo sirvió estudiar aquellas tablas, además de para aprobar Latín con mi profesor, Crescencio.
Evidentemente la teoría de conjuntos disjuntos siempre me ha hecho mucha gracia, pero no la he vuelto a utilizar más que para hacer risas. Evidentemente la integración por partes o el análisis sintáctico de «Cuán gritan estos malditos» han quedado en el olvido, bueno, y no del todo, lo de la integración funcionaba con aquella regla mnemotécnica de «si un día ves a un valiente soldado vestido de uniforme». ¿Qué quiero decir con esto? ¿Hay que aprender de todo para usar una ínfima parte? ¿La Educación ha de ser al 100% «utilitaria»? ¿Hay que memorizar infinitos datos que no entiendo y que no sé para qué me van a servir? ¿Hay que saberse la lista de reyes o de batallas acaecidas en siglos pasados? ¿Hay que saber formular los oxoácidos? ¿Hay que conocer las conjugaciones de verbos irregulares? ¿Hay que dominar la baldintza de subjuntivo en euskera? ¿Hay que saber distinguir entre instrumentos de cuerda y de percusión? Y nos vamos al absurdo: ¿hay que saber escribir a mano cuanto todo funciona con teclado o con voz? ¿Hay que aprenderse de memoria las tablas de multiplicar cuanto tengo una calculadora a la que no le hacen falta ni las pilas? ¿Hay que dominar la pintura sin salirse del cuadro cuando una IA sabe dibujar mejor que yo… y sin salirse? (Prueben WOMBO y luego me cuentan)
Como decía el maestro Yoda, «Difícil ver el futuro es» o «Siempre en movimiento el futuro está», y los detractores de la memoria utilizan este mantra para despreciar ese poderoso instrumento. Como no sé para qué me puede servir conocer la escala Mohs pues no la estudio y punto. Y así con todo. Lo extraño es que luego funcionen como un tiro en las audiencias concursos donde los y las protagonistas son unas máquinas de memoria, unos fieras del Saber y ganar, del Pasapalabra, verdaderos profesionales que se entrenan a diario en su labor. Lo raro es que valoremos el trabajo de actrices y actores que se basa en rutinas y en memoria, o a la gente que se dedica a la música que se sabe «de memoria» mil acordes, miles de letras. Puede que en clase algunos desprecien a la empollona, pero luego admiran a la concursante estrella que se las sabe todas o a una Hermione que gracias a su excelsa memoria conocía más hechizos que el resto. Vale, que esto es un pataleo de alguien que valora la memoria y la ejercita a diario, déjenme hacer autoterapia.
No sé hacia dónde va el mundo, espero que compañeros de las Redes (@nolo14, @aileon25, @followero, @xarxatic, @doloresojeda1, @salvaoret…) aporten algo a esto de la memoria, no me importa que no estén de acuerdo, así antes, juntos, llegaremos a la verdad. O nos perderemos por el camino.
Post Scriptum: Usen otros buscadores, dejen de hacerle el caldo gordo a Google.
PS2: Y como me gusta la polémica este científico, del que devoro sus hilos de Twitter, tiene otra concepción de la memoria que me replantea cosas:
ENTREVISTA AL BIÓLOGO HÉCTOR RUIZ MARTÍN
Buen artículo, Míkel. Partiendo de tus recuerdos y vivencias, reflexionas sobre la necesidad de la memoria en la educación actual. Creo que la educación sufre, como institución fuerte que es, del descrédito de la modernidad y se va licuando, como diría Bauman. Por tanto, con la memoria no se sabe qué hacer. Sigue siendo necesaria en tantas áreas (matemáticas, geografía, lenguas, biología…) Sustituirla por un buscador no me convence. Se pierde autonomía y, aunque no se diga, capacidad de relacionar nueva información con añeja, con lo almacenado en la memoria a largo plazo. En el aprendizaje significativo, relacionar los nuevos conceptos con los ya adquiridos es fundamental, de ahí los mapas conceptuales. ¿Cómo hacer eso sin memoria?
A seguir bien.
Muy atinado lo que cuentas, sí. Lo cierto es que asistimos a un ataque a la memorización a veces muy bien ganado, porque mira que hemos aprendido cosas sin entenderlas, pero por otra parte nadie quiere que una profesional te atienda y a la vez esté mirando todo el rato a una máquina porque no se sabe un dato, ya sea en medicina, en farmacia, en desarrollo de estructuras, en programación, en mil cosas.