En las novelas de Harry Potter el gran malvado es conocido por «Quien-Tú-Sabes», «El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado» o el «Innombrable», en la Educación hay otro concepto al que se le podría nominar de la misma forma, así que de momento no lo vamos a hacer. Hace muy pocos días hemos tenido reuniones de «eso que no se puede decir» para unos días después publicar las notas en Internet, la pandemia ha hecho que desaparezcan los boletines. Bueno, como estamos cerca de la Navidad vamos al turrón que es lo que importa.
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Llevo más de 30 años en el mundo educativo y he pasado por todos los puestos, he sido sustituto, interino, luego aprobé las oposiciones, después fui profesor a tiempo completo o con otras tareas como coordinador TIC, coordinador a palo seco, jefe de estudios y ahora director de instituto sin dejar de ser profesor de Biología-Geología en ningún momento, así que tengo mucho que contar sobre «lo innombrable». A la hora de «poner una nota» en un papel o en la pantalla de un ordenador he visto de todo, vamos con un listado:
- La persona que todo lo mide, que apunta cada actuación de clase, cada deber hecho o no hecho, cada pregunta, cada respuesta, todo en su carpeta mágica de la que luego saldrá un número entero del 1 al 10.
- La persona que no apunta nada, que todo lo fía a su excelsa memoria, que tiene en cuenta también todo lo apuntado arriba, pero que es capaz de resumir todo en un golpe de tecla en la fila de los números.
- La persona que suma, resta, multiplica y divide de forma primorosa, todas sus medias son perfectas, se ajustan a lo dado en clase, exige rendimiento, precisión y puntualidad (valores denostados en nuestra escuela últimamente), y que luego es capaz de extractarlo todo en una nota siempre objetiva porque se acopla perfectamente a «los objetivos de la programación».
- La persona que al entrar en clase dice «todo vale para nota, hasta la forma de peinarse, las preguntas, las respuestas, la limpieza, la precisión, la imaginación, todo, todito, todo» y que puede apuntarlo o no, pero que en su archivo interno se acuerda hasta de los detalles mínimos y los puede convertir en nota.
- La persona que no cree en las notas, en las calificaciones, que denigra las pruebas escritas y pide trabajos, vídeos, audios, exposiciones, presentaciones, ya sean individuales o colectivas. Tendrás una nota, sí, pero vas a tener que sudarla.
- La persona que cree que todo lo que hacen los demás está mal, que tal asignatura es un hueso y esta otra un coladero, pero que la suya es justa y necesaria, es nuestro deber y salvación cumplir todos los objetivos debidamente planteados al inicio de curso y que son absolutamente in-a-mo-vi-bles.
- La persona que cree que todos lo hacen bien y ella mal, que siempre está buscando fórmulas mágicas para calificar lo incalificable. para ser justa y mesurada a la vez, para querer quedar bien con todo el mundo… y quedar mal.
- La persona imbuida en sus rúbricas, en calibrar cómo se ajusta lo dado en clase a lo exigible, en elaborar esa fórmula que se da o no se da, que el alumnado realiza o no, y en base a eso tomar una decisión en forma de número, siempre exacto, siempre cierto.
- La persona que se ajusta 100% a la ley, que si dice que el examen debe valer el 50% y no más, entonces es eso lo que debe de valer (ya quería usar yo este juego de palabras hace tiempo).
- La persona que un trimestre tiene unos criterios, ve resultados y decide cambiarlos al trimestre siguiente, eso sí, sin avisar.
- La persona que un trimestre tiene unos criterios, ve resultados y decide cambiarlos al trimestre siguiente, eso sí, avisando.
- La persona que hace justo lo que le han hecho, esto es, si fueron duros con ella, ella lo será con el resto, y si fueron blandos… pues eso.
- La persona que se ha leído todo los mamotretos y en todos los idiomas sobre «lo-que-no-se-puede-nombrar», ducha en Pedagogía de la buena, no de las magufadas esas que traen las modas y que hablan de sensaciones, pálpitos y vibraciones transformadoras.
- La persona que sí cree en todas las magufadas, que hoy se empeña en la inteligencia emocional, mañana en lo conductual y pasado en lo propedeútico, sin olvidar todas las siglas y los bolígrafos verdes que le pongan delante, que hoy insiste en el valor de pintar mandalas y mañana quiere que «aprendan» la tercera declinación porque habla de los enemigos (hostis, hostis).
- La persona…
Sí, ya sabemos que el proceso ese del que hablamos, «lo innombrable», puede ser sumativa, adaptativa, diagnóstica, formativa y demás hierbas, además de ser objetiva, subjetiva o medio pensionista, que no todo se reduce a una calificación, ni a un informe o una frase que adorne o matice un número, pero es que también me he dado cuenta que si al final no haces «lo que se ha hecho toda la vida», esto es, cada trimestre dar un resultado que hable de tu rendimiento, se te mosquean gran parte del profesorado, más el alumnado y los progenitores. ¿Dónde está la justa mitad de todo esto? Llevo 30 años preguntándomelo.
En esta vida conseguimos títulos después de pasar muchas pruebas, trabajos después de demostrar nuestra valía con títulos (¡mira tú!) o más pruebas, capacitaciones para hablar idiomas mediante exámenes más o menos complejos, carnets de conducir tras muchos test y pruebas prácticas donde demostrar tu pericia. Algo o alguien nos aplica unos criterios, nos clasifica (eso es poner una puntuación) y nos hace aptos o no para una labor, sea la que sea, hasta la misma naturaleza funciona así con las especies, pero entiendo lo difícil que es eva… eh, que casi lo digo.
Aquí lo dejo y seguiré en 4 días, son los que me he dado para elaborar otro post con un poco más de mala leche.
P.S.: A ver si adivináis quién soy yo de los 15 puntos de arriba.
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