En los dos últimos saraos informáticos me ha tocado representar un papel que no es exactamente el mío y los resultados han sido dispares. En el EBEuskadi más que de troll iba de piratilla y nos teníamos que enfrentar a tres aguerridas abogadas que no estaban muy de acuerdo con eso del conocimiento libre y compartido. En el Getxoblog teníamos que ir de trolls y así actuamos, sin guión, trolleando nuestra propia intervención y convirtiéndola en un camarote de los Hermanos Marx. Como no me quede muy a gusto con esa caótica actuación, voy a explicarme aquí, que para eso se hicieron los blogs. A ello.
Después de escuchar a @pixelillo, a @blogdebori o a @maripuchi queda claro que no cumplimos los postulados del troll clásico que es el tocanarices anónimo, el revientahilos, explotaconversaciones e insultador profesional. El troll clásico es molesto, metete, faltón, casi no tiene argumentos y utiliza falacias bola de nieve, que a cada vuelta van engordando y engordando en su estulticia. Bien, no soy un troll y mis acompañantes en la mesa tampoco por mucho que se empeñen los organizadores. Pero entonces ¿qué somos? ¿Por qué nuestra aparición hace que consigamos TTs allí por donde pasamos?
Mi sosias, @eztabai, no es anónimo, es yo mismo en todo momento y se puede considerar un agitador de las redes donde se mueve. No actúo, no soy doctor Jekyll o Mister Hide dependiendo de la situación, voy de cara, a veces a partir alguna dialécticamente, a veces a que me la partan, pero la función es clara: echar sal y pimienta en las Redes Sociales. Ni más ni menos, ganando amistades y enemistades en cada frase.
Internet es un instrumento de comunicación que ha revolucionado el mundo en estos últimos 20 años, pero comunicar tiene como componente necesario y suficiente la interacción. Entre 7.200 millones de seres humanos con casi la mitad conectada a la Red de Redes, el intercambio de opiniones e informaciones ha de ser la sangre de este gigantesco organismo y muchas veces lo olvidamos. Ayer @pixelillo decía que la gente ya no leía blogs, que deglute tuits y poco más, pero hay muchas personas de la generación del libro que aún devora párrafos, con fruición, y este último me está quedando largo.
La importancia de ese feed-back en la comunicación es tal que sin ella no se darían blogs, foros, patios de vecinos como Facebook, conversaciones de bar como Twitter, onanismos como ask.fm, páginas para buscar al novio o novia perdido, pero ahora parece que nos estorban los que interaccionan de otra forma. Me enervan las quejas sobre lo molesto de ciertas personas que desde su teclado hacen su papel de trolls puros y duros, sí, el apuntado arriba, cuando hay mil sistemas para controlar indeseables. Se puede dejar de seguir a alguien, bloquear, silenciar, evitar que te etiqueten, banear, prohibir comentarios o moderarlos antes de su publicación, controlarlo TODO. Me fastidia lo exquisitos que nos ponemos en nuestras redes contra esa gente molesta cuando lo tenemos más fácil que con el pesado o pesada de barra de bar a la que es difícil esquivar porque te puede perseguir. Y no existe en «block» en la barra de un bar, no me fastidien.
Ayer afirmaba, y fue motivo de algún tuit, que no estoy de acuerdo con lo de «Don’t feed the troll». ¿Por qué esa prohibición? Desde siempre me han encantado las peleas verbales, llevar al límite discusiones sin importar que fueran triviales o muy profundas, y queda clara esa filosofía en mi propio nick que es «discusión» en euskera. El poner anzuelos dialécticos me parece un deporte para iniciados (Íñigo Errejón es un especialista en eso), y cualquier troll de medio pelo caerá una y otra vez en nuestras trampas. Algo que se les achaca a los trolls es que no tienen vida fuera del teclado, que tienen mucho tiempo libre o que así se sienten realizados. Pues igual sí, pero igual no, y mucha gente es animadora de las redes sin necesidad de ser catalogada como troll, aunque parecemos muy de moco fino cuando nos ponemos dignos con nuestra forma de comunicar. Y eso ha de cambiar.
Para terminar, la fauna que se mueve por Internet es la misma que está fuera de ella, gente que en las conferencias no hace preguntas sino que se escucha, stalkers de barra o de puesto de trabajo, «cuñados» que todo lo saben, plastas infames que te agobian con planes de fiesta continuos y así ad infinitum. Parece que creemos que por interaccionar con un teclado nos tenemos que convertir en personas exquisitas, educadas, respetuosas y suele ser justo lo contrario, como a mucha gente le pasa al volante. Con todos los sistemas de control en nuestros dedos, quejarse del comportamiento de «los otros» en las redes es ser o bastante milindris, o muy vago para no dar a la tecla adecuada. Nos leemos en las redes y siempre me encontraréis dispuesto a dar batalla en el teclado, algún día con rosas y otro con espinas, claro.
PD1: Está escrito mucho en masculino porque hay pocas chicas trolls, pocas, no ninguna, menos que chicos desde luego.
PD2: Los verdaderos trolls están en la foto de arriba.
Hola Mikel:
Debo agradecerte que gracias a vos, fundamentalmente, creo haber aprendido lo que es un "troll".
He disfrutado la entrada.
Soy uno de los que compartió mesa contigo el sábado, el que todavía sigue con los sms.
¡Saludos!
Ah, sí, eres Pedro Picapiedra. Lo que tengo claro es que yo no soy un troll, tocapelotas igual, pero lo otro no. Mila esker.