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Cuando en marzo el virus se hizo fuerte fuera y nos mandó enclaustrarnos en nuestras casas, muchos pensaron (pensamos) que era algo pasajero, que todo volvería a la normalidad en poco tiempo, que Occidente es omnipotente y que en Oriente no habían sabido actuar porque no tienen nuestros medios de ciencia ficción. Marzo avanzó con cifras muy preocupantes, Europa entera temblaba con ese pequeño trozo de ARN que mandaba a mucha gente a los hospitales, a un porcentaje significativo directamente a las UCIs y que también mataba, más que la gripe. Las vacaciones de semana santa no fueron tales, se cortaron de raíz dos de las características que definen nuestra sociedad, la movilidad y las aglomeraciones, justo los entornos donde el SARS-CoV-2 generador de la COVID se mueve a sus anchas.
Acabó abril, siguió mayo, hubo una vuelta a la normalidad bastante anormal y en julio ya tuvimos unos números decentes para ir a votar o de vacaciones a la playa. Viajar fuera del país se puso bastante difícil, las precauciones post-confinamiento se fueron relajando y en agosto volvimos a números que indicaban una evolución preocupante.
Occidente sacó pecho en julio y a lo largo del verano se dio cuenta de que el virus no se había retirado, que iba a venir una segunda ola, e incluso una tercera.
Así de preparados estábamos para la segunda ola. pic.twitter.com/xJOXodtove
— Dios (@diostuitero) October 16, 2020
Pero ni aún así, no espabilamos. Los humanos, al menos los de Occidente, no podemos aplazar lo que nos hace felices (esto es de Manuel Jabois). Entre la gente terraplanista, antivacunas, antimascarillas, anti OMS, los negacionistas del virus que tan pronto discuten su existencia, como que mata poco, que salió de un laboratorio y vuelven al que no existe, todas esas personas se afanan en defender su libertad, su «felicidad» sin tener en cuenta al resto. Les da igual que les enseñes el mapeo de su genoma que ya se hizo en enero, no les importa que el virus haga destrozos mientras lo sufres o con sus secuelas porque no conocen a nadie cercano al que le haya pasado. Les pones ejemplos, les das nombres, todo es igual, «tendrían alguna otra cosa«. Todo eso me recuerda la justificación de los crímenes que se daban en los años de plomo del terrorismo aquí, tanto por una como por otra parte: «algo habrá hecho«.
Las instrucciones son muy sencillas, pero parece que en sus duras cabezas y en sus pétreos corazones no entran: mascarilla, distancia, higiene y huir de sitios cerrados, no es tan difícil. Pues bien, les da igual, alegan que el oxígeno no entra en su aparato respiratorio porque lo impide la mascarilla, escuchad a un biólogo:
Si una molécula de oxígeno tuviera el tamaño de una pelota de tenis, el SARS-COV-2 sería como el estadio de Roland Garros. Pero tú insiste: las mascarillas, que dejan pasar el virus, no permiten que las atraviese el oxígeno. Toma, un azucarillo.
— Carlos Chordá (@CarlosChNav) September 28, 2020
O que el dióxido de carbono les está matando al usarlas:
La mascarilla produce hipoxia y acidosis. Salvo a los cirujanos porque, como todo el mundo sabe, inhalan oxígeno por una oreja y exhalan CO2 por la otra
— Carlos Chordá (@CarlosChNav) August 2, 2020
Les da igual, para saltarse todas las medidas sanitarias se aplican el eslogan que da título a esta entrada, son los «yomímeconmigo» que después piden asistencia rápida y una ambulancia a la voz de YA.
No, no todas las ideas merecen respeto, aquellas que atentan contra el prójimo, que ponen en peligro a las otras personas bien sea por acción o inacción, esas ideas no se respetan, se debe actuar contra ellas. Hay miles de ejemplos, como aquellas leyes que decían que las mujeres no podían votar, o que los humanos de otras razas eran seres inferiores, hay que desobedecer y discutir con argumentos hasta las últimas consecuencias, ignorar que existen esas convicciones no hacen que desaparezcan. Seamos combativos, siempre.
Este virus ha llegado desde otros animales para quedarse, inventaremos fármacos para aliviar sus destrozos, quizás una vacuna, tal vez mute y se haga más benévolo. Mientras, hemos de protegernos y cuidarnos mutuamente, punto.
Es contagioso y es peligroso, que nuestra soberbia occidental no vuelva a subestimarlo.
Image by Juraj Varga from Pixabay
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