Dice el bloguero inmisericorde +Jordi Martí que esto de comentar la imagen de arriba puede servir para fomentar la comunicación de mi PLE, pero a mí eso de los PLEs siempre me ha sonado a mamelonada de las gentes de pedagogía, esas personas que se dedican a darnos consejos a docentes que SÍ pisamos las aulas. Esto de la imagen me va a ser útil para despertar este blog que llevaba demasiado tiempo dormido, y no es porque no tenga nada de contar sino que otros menesteres más placenteros me han tenido ocupado, la ley del procrastinador a la quinta potencia. Vamos a ello.
La #blimagen me recuerda a la película Wall-e, sí, la del robot basurero dejado en el planeta mientras la humanidad, o lo que queda de ella, vive en naves ahí fuera. El género humano ha caído en un sedentarismo tan grande que nos ha convertido en gente gorda, inútil, atada a máquinas que velan por todos nuestros caprichos, y que nos han quitado hasta las ganas del contacto físico. Pero…
1.- ¿Estamos muy lejos de eso?
2.- ¿Somos tan esclavos de la tecnología?
3.- ¿Podríamos vivir sin ella?
Respuestas:
1.-: No.
2.-: Sí.
3.-: Sí y No.
Hace poco leí una novelita juvenil bastante ligera, Blackout, donde se pretende dibujar una sociedad que sufre un Evento Carrington bastante brutote, de forma y manera que todo lo eléctrico se queda frito y nos quedamos sin energía, y por ende, sin toda nuestra sociedad occidental. Tengo del todo claro que el caos se impondría en horas, las ciudades serían ratoneras sin ley y habría que moverse a pie hacia sitios con agua y comida si quieres permanecer con vida. ¿Pero adónde? ¿Cómo? Ya no se trata de tener luz porque el sol sale todos los días, o de poder conseguir agua potable que para un montañero como yo no resultaría especialmente complicado, pero ¿y el resto de la jauría? ¿Sabemos sobrevivir sin tecnología? ¿Tenemos conocimientos suficientes sin poder recurrir a Internet?
Si nos ponemos apocalípticos, cosa muy de docentes, podríamos dibujar un panorama terrible, donde un planeta en crisis no contaría con el conocimiento adecuado para empezar desde cero, y nos daríamos cuenta de qué estamos enseñando y para qué. Es claro que la Educación actual «instruye» para el mundo que tenemos («educar» se hace en casa), y quizá aún no nos hemos sacudido ese modelo de escuela-mina a golpe de sirena, rendimiento y obediencia. Nuestras generaciones urbanas son casi las primeras que no saben plantar un pimiento, que no tienen ni idea del origen de la leche o de dónde obtener frutos comestibles, así que la cosa está muy negra. Mi aita, de la generación anterior, tampoco tendría mucha idea porque siempre ha sido urbanita, pero mi ama, de un pueblo riojano, algo sabría hacer. ¿Y yo? Pues todo un biólogo que da clases de Ciencias Naturales pero que es un geek desde los años ochenta, directamente me haría caquitas. Sin electricidad, Mamá Natura nos da una patada en el culo y nos devuelve al Medievo, pero mira, podríamos seguir dando clase magistral como ahora, sin tanto cacharrito que necesita voltios para funcionar.
La imagen de ahí arriba está muy exagerada pero avisa de una evolución del género humano que puede ser una involución en toda regla. Miedito.
PS: El libro Blackout está aquí explicado por su autor, que igual tiene una visión un tanto distorsionada de su obra porque no es para tanto. Se puede bajar gratis. Entretiene, sin más.
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